viernes, 20 de mayo de 2016

Javier00

Comparación bíblica del hombre y el albor.


Bosquejo para Sermones. Desde el primer capítulo de la Biblia encontramos los dos, el hombre y el árbol.  Los dos fueron muy importantes en el plan de la salvación.  Jesús se incorporó en forma de hombre y sobre un madero entregó su vida, siendo crucificado por nuestros pecados.
La palabra árbol está mencionada 201 veces en la Biblia y la palabra madera 140 veces.  Encontramos 24 variedades de árboles en las santas escrituras.
Hoy vamos hablar sobre cinco lugares en la Biblia donde un hombre y un árbol se mencionan juntos.  Entonces el titulo del mensaje, Cinco Hombres y Cinco Árboles.
1.           UN HOMBRE DETRÁS DE UN ÁRBOL – Un hombre huyendo, un pecador, tratando de esconderse de Dios.
“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.”  Génesis 3:8
Desde el primer pecado, los hombres han tratado de esconder sus malos hechos y pensamientos de Dios.
“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.  Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.”  Juan 3:19-20
Pero hasta hoy, ninguno ha conseguido esconderse de Dios.
“Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.”  Lucas 8:17
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Adán y Eva pensaban que por haberse escondido entre los árboles, Dios no descubriría su desobediencia a su palabra.
Adán fue descubierto por su pecado y castigado,  pero por tener confesado su falta, Dios le providenció una manera de tener perdón y vida eterna.  Por fe Adán se salió de atrás del árbol y fue salvo.
También Acán trató esconderse de Dios, pero fue descubierto y castigado con la muerte.  Josué 7
Ananías y Safira engañaron la iglesia, mintiendo sobre sus bienes, pero Dios le reveló su engaño a Pedro y ellos sufrieron las consecuencias.  Hechos 5:1-11
2.           UN HOMBRE SUBIDO EN UN ÁRBOL – Un hombre perdido, pero buscando     conocer a Jesús, esforzándose para conocer la verdad.
“Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.”  Lucas 19:4
Zaqueo sabía que Jesús estaba cerca, y quería verle a cualquier costo.  Cuando buscamos con toda el corazón, Dios va tomar nota.
“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.”  Isaías 55:6
Zaqueo era un hombre de bienes, tenía dinero y un buen trabajo, pero se humilló para ver a Jesús, y fue recompensado. Cuando Jesús llegó donde estaba, conociendo su corazón, le habló y lo salvó.
“Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacía arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.  Entonces, él descendió aprisa, y le recibió gozoso.”  Lucas 19:5-6
3.           UN HOMBRE DEBAJO DE UN ÁRBOL – Nataniel era un hombre religioso y sincero, y cuando Jesús lo encontró, reconoció Jesús como el Mesías y le siguió.
“Le dijo Nataniel: ¿De dónde me conoces?  Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.”  Juan 1:48
Nataniel era un judío y probablemente un discípulo de Juan Bautista.  Jesús dijo que era un verdadero israelita, en quien no había engaño.  Vs.47
Cuando andamos en la luz que tenemos, buscando la verdad con todo el corazón, el Señor va revelarse a nosotros como a Nataniel.  Cuando Jesús llamó a Nataniel, el siguió a Jesús y se tornó un de los 12 apóstoles.
Cornelio no era un judío, pero buscaba agradar a Dios y quería conocer el camino de la salvación.  En el mundo hay muchas personas queriendo llegar al cielo, pero por su propia justicia y religión.  Cornelio no era así, y cuando Pedro explicó a el plan de la salvación, fue salvo.
“De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.”  Hechos 10:43
4.           UN HOMBRE SOBRE UN ÁRBOL – Aquí tenemos un hombre que voluntariamente entregó su vida para la muerte para poder rescatar la humanidad de la condenación del infierno.
“Y cuando llegaron al lugar llamado de la calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha otro a la izquierda.”  Lucas 23:33
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia.”  1 Pedro 2:24
En esta madera donde Jesús murió por nosotros, tenemos una muestra del amor divino, del amor de nuestro Padre celestial revelado.
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”  Romanos 5:8
Pero Jesús no solamente fue crucificado y sepultado, el Señor lo levantó de la muerte.
“El Dios de nuestros Padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero.”  Hechos 5:30
Por el Evangelio, las buenas nuevas de la resurrección de Jesús tenemos la salvación de nuestras almas.
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.  Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.”  1 Corintios 5:1-4
5.      UN HOMBRE COMO UN ÁRBOL – Aquí tenemos un hombre fuerte, estable, constante en la obra del Señor.
“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.”  Salmo 1:3
Los árboles son considerados más fuertes que las plantas.  Su madera tiene muchas usos y as veces dura por muchos años.
Ellos son conocidos por su crecimiento, su fuerza y su fruto.
A. El Crecimiento del árbol.
“Pero yo estoy como olivo verde en la casa de Dios; en la misericordia de Dios confió eternamente y para siempre.”  Salmo 52:8
“El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano.”  Salmo 92:12
Los árboles crecen porque tienen vida, y el cristiano debe crecer porque tiene vida en Cristo.
“Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).”  Efesios 2:5
B. La Fuerza del árbol.
La fuerza de los árboles está en sus raíces.  Un árbol plantado donde hay agua va crecer y tienen fuerza para aguantar las pruebas.
“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.  Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.”  Jeremías 18:7-8
La fuerza del cristiano está en el Señor y su conocimiento de la Palabra, la Santa Biblia.  Cuando conocemos la Biblia y tenemos nuestros pies plantados sobre la Roca, que es Cristo Jesús, seremos como un árbol.
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.”  Efesios 6:10
C.           El Fruto de un árbol.
Los árboles fueron creados para el bien del hombre, y deben producir buen fruto.  Cuando un árbol no produce buen fruto, Jesús enseñó que debe ser cortado y echado en el fuego.
“Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.”  Mateo 7:19
Debemos cultivar nuestras vidas para que produzcan fruto.
“El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio.”  Prov. 11:30
“El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano.  Plantados en la casa de Jehová, En los atrios de nuestro Dios florecerán.  Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes…”  Salmo 92:12-14
¿Dónde está usted?  Atrás de un árbol, abajo de un árbol o viviendo como un árbol, dando testimonio de su fe, y produciendo fruto para la gloria de Dios.
Javier00

Yo soy la luz.


“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.  Juan 8:12
“El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció.”  Mateo 4:16
En este mundo ha muchas luces, la luz del sol, la luz artificial, la luz intelectual, la luz de ciencia y muchas otras, pero ninguna de estas luces puede llevar una persona al cielo.  La única luz verdadera que puede iluminar el alma y espíritu del hombre y prepararlo para entrar en el cielo es la luz divina. El propio Jesucristo dijo: “Yo soy la luz del mundo”.


“Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.”  Juan 3:21
1.     Viniendo para la luz

A.          El hombre natural está en tinieblas, sin luz divina.
“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres             amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.”     Juan 3:19
B.           La luz divina no se encuentra por la inteligencia, estudio o cultura.
“Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al            conocimiento de la verdad.”  2 Timoteo 3:7
“Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues        escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos.  Y otra vez:         El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos.” 1             Corintios 3:19-20
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Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”  Mateo 11:28
Hace años, un hombre que viajaba en el estado de Minnesota se encontró perdido en medio de una terrible tempestad.  La nieve caía sin cesar, y el hombre no tenía esperanza de salvarse, cuando vio a lo lejos una lucecita en una cabaña de troncos.  Haciendo un esfuerzo pudo llegar hasta la casita y se salvó la vida.  Era un hombre de dinero.  Compró la cabaña y edificó en el mismo sitio una hermosa casa.  En lo alto de una torre colocó una luz giratoria, y cada vez que hay tormenta, prende la luz, a fin de que pueda salvar a algún viajero que se encuentre en dificultades.

2.  Creyendo en la luz

“Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.”  Juan 12:36
A.       Muchas personas no le dan importancia a la luz que tienen hoy.  Un cristiano, una iglesia o un tratado puede iluminar el corazón, pero muchas personas no hacen caso de estas oportunidades que tienen para creer en la luz del Evangelio.  Ellos rechazan esta luz que Dios le ha dado.
Años atrás dos jovencitas estaban regresando para su casa en la oscuridad de la noche.  En su camino había un río con un puente muy estrecho.  Un hombre las vio y sabia del peligro al pasar el río sin luz y les ofreció a un farol, pero ellas dijeron que conocían el camino y podían pasar el río sin la luz.  Momentos después el escuchó un grito y sabía que una de ellas había caída en el río.  Momentos después escuchó otro grito y sabía el resultado.  Después los bomberos descubrieran los dos cuerpos muertos.
“Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.”  Salmo 119:105
B.           Creer no es apenas saber, pero actuar en la luz que tiene, dejando la luz divina entrar en su corazón, y hacer de usted una nueva criatura en Cristo.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”  Juan 1:12
El resultado de creer en la luz, que es Jesucristo, es tornarse salvo, y ser hecho un cristiano listo para entrar en el cielo.

3. Permaneciendo en la luz

“El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.” 1 Juan 2:10
A:    Cuando estamos en la luz hay claridad e iluminación.  Muchas personas tropiezan cuando se alejan de la iglesia y el compañerismo con el Señor por medio de la oración y lectura de la biblia.
Un hogar cristiano había sido prosperado por el Señor, pero en su prosperidad se habían enfriado y alejado del Señor y de su iglesia.
Tuvieron la gran felicidad del nacimiento de hijos gemelos que llenaron sus vidas de mucho gozo, pero sin que esta bendición los acercara al Señor, se alejaron más y no quisieron escuchar los ruegos de sus hermanos en Cristo.
Un terrible día, en un accidente fallecieron los hijitos y los padres quedaron desesperados y sin consuelo.  Salieron de viaje para distraerse y aliviar su pena.  Un día en un paseo en el campo vieron a un pastor guiando a sus ovejas.  Mientras ellos miraban con curiosidad, notaron que el pastor llegó a la orilla de un arroyito, y quiso que las ovejas cruzaran, pero éstas se obstinaron en no pasar.  El pastorcito entonces se acercó a una oveja que tenía dos corderitos a su lado, y tomando los corderitos en sus brazos pasó por el arroyo.  Inmediatamente cruzó la madre y en seguida las demás ovejas.
Los dos comprendieron con claridad que Dios les estaba hablando.  El, como aquel pastorcito, había tomado en sus brazos a sus pequeños hijos para llevarlos al cielo, y ellos deberían ahora retomar el camino de Cristo, el cual habían se empeñado en abandonar.
“Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe adonde va.”  Juan 12:35
B.      Firmeza es una virtud muy importante.
“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.”  1 Corintios 15:58
C.           Es muy importante que el cristiano permanezca en la luz.  Regresando a las tinieblas usted no va a perder su salvación, pero va perder su testimonio y las recompensas que el Señor tiene para los fieles en Cristo.  Regresando a las tinieblas puede traer graves consecuencias, y a veces hasta la muerte prematura.
“Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.” 1 Juan 5:16

4.  Andando en la luz

“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” 1 Juan 1:7
La palabra andar significa un movimiento, generalmente por la frente.  Andar significa progreso, as veces lento, pero constante.  Una persona no puede estar sentado y andando al mismo tiempo.
A.          Cuando Jesús curó y salvó el paralítico en Marcos capítulo 2, el lo exhortó a andar.
“¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, tomo tu lecho y anda?
La Biblia enseña que el cristiano debe andar, tener acción, trabajar para el Señor y esforzarse para crecer en el conocimiento de la  Palabra de Dios, la Biblia.
“Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.  A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.”  2 Pedro 3:18
B.           Andar en la luz es tener comunión con Dios, tener su compañía y protección.
“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.”  Hebreos 13:56
Una vez un cristiano estaba andando en la playa de la vida.  El sabía que el Señor estaba a su lado, a pesar que no podía verlo a veces.  Cuando llegó el final de su viaje, miró para tras y vio en la arena a veces solo un par de huellas, y pensó que el Señor lo había dejado a veces durante los tiempos difíciles de su jornada.  Pero el Señor le dijo que no había dejado, pero en estos tiempos difíciles, el había llevado el cristiano en sus brazos y por esta razón solo había un par de huellas en la arena.
“Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas.  Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años.  Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.”  Génesis 5:22-24
Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:
[quote]Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.
Javier00

Que es Dios para la iglesia.


Se cuenta que cierto caballero, que no sabía nadar, cayó, para su desgracia, en las turbulentas e incontro­lables aguas de un caudaloso río. Arrastrado por la fuerte corriente vino a pasar cerca de las ramas de un árbol, de las cuales intentó agarrarse. Lamentablemente no lo con­siguió, pues sus manos mojadas, resbalosas, débiles y casi conge­ladas, no se lo permitieron.
En su acelerado y desastroso recorrido hacia una muerte segura, vio a unas personas que jugaban en la ribera. Deses­perado, les gritó suplicándoles ayuda. Uno de ellos, lleno de curiosidad y con asombro, le preguntó:
— ¿Cómo te caíste al río?
— ¡Sujétate de las correas de tus zapatos! —le gritó bur­lonamente otro.
— Si yo estuviera en tu lugar trataría de nadar en zigzag y mantendría la cabeza a nivel del agua y en dirección a la orilla. De esa forma saldría —le aconsejó un tercero.
Por último, con muy buenas intenciones pero con escaso sentido común, uno del grupo le lanzó una linterna, una brú­jula, ropa y comida, al tiempo que le advertía:
—La próxima vez procura ser más prudente.
Al final, objeto de burlas, análisis, preguntas y consejos, el pobre hombre terminó ahogándose y destrozado por las aguas torrenciales.
Este relato ilustra las diferentes acciones y actitudes —in­útiles y contraproducentes— que generalmente tomamos hacia las personas que han caído en las redes del pecado: pe­dimos explicaciones, damos consejos, gritamos regaños, y hacemos burlas y chistes.
Pero Dios es diferente. Cuando tú y yo estamos hundidos en el pecado, arrastrados por nuestra maldad, sufriendo las dolorosas consecuencias de nuestros actos, el Señor no nos interroga para que le informemos de cómo nos hemos vuelto pecadores, no se burla de nuestra desgracia, no nos condena por nuestra necedad, no nos lanza un salvavidas para que flotemos, no nos da una brújula para que nos orientemos, no nos entrega una linterna para iluminar nuestras tinieblas, ni nos envía una buena provisión de comida.
No. Cuando nos encontramos hundidos en nuestros pe­cados y siendo arrastrados por nuestra maldad, Dios mismo en persona se lanza al río para rescatarnos.
Una vez que, con todo el respeto que el amor genera, nos ha puesto a salvo en la orilla, entonces, en lugar de conde­namos, nos perdona, y nos lanza el salvavidas de la esperanza para que flotemos en un mundo que se ahoga; nos da la brú­jula de su Espíritu Santo, para que nos dirija siempre hacia el norte, camino a la patria celestial; nos entrega la linterna de su Palabra, para iluminar nuestra senda en medio de este mundo en tinieblas; nos envía una provisión de todo el ali­mento que necesitamos para desarrollar un carácter sólido.
Mateo 1: 23 afirma: «Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emanuel (que significa: “Dios con nosotros”)». Precisamente eso es Jesús: «Dios con noso­tros». Este Emanuel, este «Dios con nosotros», es la respuesta divina al ser humano caído y pecador. Dios con nosotros, es Dios descendiendo a lo que somos y adonde estamos, para re­cibir en nuestro lugar el castigo que nosotros merecemos, a fin de otorgamos la dicha que no merecemos. «Al que no co­noció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él». (2 Corintios 5:21, RV95)

Emanuel no es un Dios alejado de nosotros, harto de nues­tros disparates, disgustado por nuestra pésima conducta, ajeno a nuestra desgracia, indiferente ante nuestras luchas, insensi­ble a nuestras lágrimas.

  • Emanuel es Dios con nosotros en las pruebas, en las lu­chas, en las decepciones, en los chascos, en los reveses y fracasos de la vida.
  • Emanuel es también Dios con nosotros en las tentacio­nes, en las debilidades y en nuestras caídas en pecado.
  • Emanuel es Dios con nosotros en las tristezas, en las depre­siones, en nuestros incomprensibles y fluctuantes cambios de ánimo.
  • Emanuel es Dios con nosotros en el dolor, en la enferme­dad, y en cada valle de sombra y de muerte.
  • Emanuel es asimismo Dios con nosotros en el tiempo de an­gustia y en el día del juicio.
[/checklist]
En toda circunstancia, en todo momento y en todo lugar, Emmanuel es Dios con nosotros, ¡Dios conmigo!, ¡Dios contigo!
No podemos llegar tan lejos, no podemos caer tan bajo, no podemos ser tan malos, que no podamos tener a Dios con nosotros.
[checklist]
  • No hay criminal demasiado desalmado para Jesús.
  • No hay drogadicto irrecuperable para Jesús.
  • No hay un consumidor de pornografía o un pedófilo de­masiado depravado para Jesús.
  • Ningún condenado a la pena capital está demasiado lejos de Jesús.
  • Ningún homosexual es demasiado pervertido para Jesús.
  • Ningún adúltero o fornicario es demasiado bajo para Jesús.
[/checklist]
El es Dios con nosotros. No existe, no hay ni siquiera una situación en nuestra vida, por desastrosa que sea, en la que no podamos contar con Emanuel, con Dios con nosotros.
Dios desea estar cerca de nosotros, tan cerca, que en el len­guaje original Mateo 1:23 no dice «Dios con nosotros», sino: Con nosotros Dios. Su deseo es estar tan cerca de nosotros que no quiere que la simple preposición «con» se interponga entre él y nosotros. Tres letritas son demasiada distancia, demasiada separación para el amante divino.
Emanuel es con nosotros Dios, haciéndose a sí mismo ac­cesible, insertándose a él personalmente en nuestra situación, haciendo posible lo imposible, abriendo las puertas que están cerradas y creando una vía de escape donde no hay salida.
Dios vino a nuestro lado para podemos llevar a su lado. Dios entró en la batalla para poder pelear la batalla por nosotros. Dios pelea contra el enemigo para poder derrotar al enemigo que nos ha derrotado a nosotros.
Para ser salvos no necesitamos bendiciones, necesitamos a Dios mismo con nosotros. Si todo lo que se necesitara para nuestra salvación fueran bendiciones, Jesús podía habernos bendecido desde el cielo, él las podría haber escrito, él las po­dría haber pronunciado, él las podría haber ordenado. No obstante, lo que a nosotros nos hace falta para nuestra salvación es mucho más que bendiciones; necesitamos al que bendice, pues mucho más importante que la bendición es el que da la bendición.
Tú puedes tener la bendición de heredar millones de dó­lares, pero carece de todo valor sin el Dios que da las bendi­ciones. Puedes haber conseguido la bendición de tener el cónyuge de tus sueños pero, sin Dios, tus sueños pueden con­vertirse en una pesadilla. Puedes haber conseguido la dicha al alcanzar el puesto más encumbrado de una gran compañía y haber duplicado tu salario… Puedes tener todo eso… y más. Puedes tener todo lo que el mundo ofrece; pero sin Dios, ahí termina.
Al fin de todo, ¿qué será lo que habrás conseguido? Cin­cuenta o sesenta años de agridulce existencia en este mundo incoherente y sin sentido. Para ser salvos, para vivir eterna­mente, para heredar la tierra nueva, lo que necesitamos no son bendiciones, necesitamos al que bendice, a Emanuel, a Dios con nosotros.
Un padre estaba caminando por un centro comercial con su hijito de dos años. El niño estaba malhumorado: llo­raba, gritaba, se tiraba al suelo y pataleaba. El papá levantó tiernamente al niño, lo apretó contra su pecho y comenzó a cantarle de forma repetitiva y desentonando, una canción de amor inventada y carente de rima: «Yo te quiero mucho. Ser tu papá me hace muy feliz. Tú me haces reír, tú me haces gozar…».
Mientras iban de tienda en tienda, el padre continuó cantando a su niño aquella desafinada canción de amor que iba improvisando. El niño se tranquilizó, cautivado por las palabras de la extraña pero dulce canción de amor.
Cuando terminó sus compras el padre salió del centro co­mercial y colocó a su hijo en el asiento del automóvil. El niño estiró sus brazos, levantó su cabeza y dijo:
—Papi sigue cantado, sigue cantando…
Cuando nos volvemos rebeldes, desafiantes e intolera­bles con nuestro Padre Dios, él envía a Jesús para que nos tome en sus brazos y nos cante una canción en la que diga que se siente feliz de ser nuestro Padre, que nos ama, que nunca dejará de amarnos, que él es Emanuel, Dios con, no contra, nosotros.